14 de abril de 2007

El hijo de Paulina

En días recientes se ha visto un spot favorable a la despenalización del aborto, que surge en respuesta al de Roberto Gómez Bolaños, autodemoninado Chespirito, el cual dio pie a otro alhaite mío: http://miquel-nadal.blogspot.com/2007/04/chespirito-y-su-aborto.html

Este nuevo spot está protagonizado por Paulina, una mujer que hace varios años recibió amplia cobertura por haber sido víctima de una violación. Entre otras consecuencias de tal acto delictivo y deleznable, Paulina resultó embarazada. Mientras judicialmente se le entorpecía la posibilidad de interrumpir el embarazo, violando sus derechos, diversos grupos e individuos (de los que ahora salen a las calles para protestar en contra del proyecto de despenalización del aborto) le ofrecieron las perlas de la virgen: adoptar al niño, mantenerlo, cubrir todos sus gastos.

A final de cuentas, Paulina no pudo interrumpir su embarazo por muchas causas. Las trabas del aparato judicial y la presión de una sociedad conservadora (por decir lo menos) no fueron, por cierto, las menores de esas causas. El hijo de esta mujer nació, y ninguno de los (supuestos) adalides en pro de la vida cumplió su palabra: Paulina no recibió ayuda de ninguno de ellos. El niño tampoco.

Lo único que le han otorgado a esta mujer, ya tres veces violada (en lo sexual, en sus derechos y, para colmo, en la palabra empeñada), ha sido una campaña de desprestigio basada en chismes de lavadero, literal y metafóricamente. Una cuarta violación, que se suma a las otras tres y a una quinta, que fue la primera: la desprotección que infringe el Estado en contra de los pobres. No puedo evitar pensar que si Paulina hubiera sido una mujer rica, probablemente los guardaespaldas habrían evitado la violación, que su dinero habría engrasado los engranajes judiciales o que Paulina hubiera podido acudir a una clínica particular (en cualquiera de los dos lados de la frontera) para someterse a un procedimiento médico que interrumpiría su embarazo, con o sin el permiso de la autoridad.

Pero, a pesar de todo esto, no es el caso de Paulina lo que motiva mis reflexiones esta vez. Es el contenido de su spot. En él dice que qué bueno que la madre de Chespirito pudo decidir, porque ella, no. Como respuesta propagandística me parece intachable, pero algo me tiene inquieto: el niño. ¿Qué opina él de todo esto? ¿Qué siente?

¿Qué relación existe entre esa madre, multiples veces violada, y el producto de su vientre? ¿En verdad son madre e hijo? ¿Sabe él las condiciones de su concepción, embarazo y nacimiento? Casi todos los argumentos alrededor del aborto se centran en la calidad de vida de la madre o el hecho de la vida del embrión, al que llaman un ser humano en potencia. Pero pocas veces se toma en cuenta la vida que tendrá, si es que llega a nacer, la criatura.

No conozco ningún estudio serio y riguroso sobre las condiciones de vida de los hijos, producto de una violación o no, que iban a ser abortados pero las madres no tuvieron la opción de elegir. Si alguien sabe de algún estudio de este tio, por favor, avíseme.

Preguntas sin respuesta. Estos hijos forzosos, ¿que calidad de vida llevan? ¿Reciben lo necesario y suficente, en todos los aspectos materiales, educativos, afectivos? ¿Qué esperanza de vida tienen? ¿Consiguen trabajos bien remunerados? ¿Se dedican a la delincuencia? ¿Cuántos son adoptados, cuántos son aceptados por sus madres, cuántos son una carga para ellas? ¿Cuántos reciben el cariño y el calor que todo bebé necesita? ¿Sus madres les dan el pecho? ¿Son mas propensos a enfermedades?

Lo más cercano a un estudio de esta clase, que yo haya leído, es el reportaje de John Carlin, "Su padre es mi enemigo", publicado en El País Semanal el pasado 8 de abril. El artículo se puede leer completo en la página http://www.elpais.com/articulo/paginas/padre/enemigo/elppor/20070408elpepspag_6/Tes

Este artículo trata las historias de varias mujeres de Ruanda que fueron victimas de violaciones, durante las acciones de limpieza étnica llevadas a cabo por los tutsi en los años 90: un auténtico genocidio. Según Carlin, se calcula que 20,000 mujeres resultaron embarazadas por violaciones durante el tiempo que duró la masacre (además de las decenas de miles que han resultado infectadas por VIH). Todas las mujeres del reportaje resultaron embarazadas a causa de las violaciones y dieron a luz a los productos del embarazo. Son historias que desgarran a quien ame a sus semejantes, sean prójimos o no.

También he leído crónicas y entrevistas de otros casos, casi siempre centrados en la madre forzada; rara vez se enfocan en los hijos, que tienen que vivir en carne propia los efectos de haber nacido en tales circunstancias. Pero no he sabido encontrar ningún estudio que vaya más allá de lo anecdótico (que siempre es esclarecedor, pero nunca concluyente) y avance en un sentido poblacional, estadístico, que nos permita un panorama general en cuyo marco entender las historias personales. Ambas visiones son necesarias, como los dos lentes de los anteojos, para permitirnos ver la realidad con más claridad.

Mi hipótesis es que la mayoría de los hijos no deseados, paridos en contra de la voluntad de sus madres, no viven una buena vida: no reciben el afecto necesario. Crecen en entornos poco favorables, y eso es lo que aprenden, y eso es lo que, como adultos, propagan. Y así viven sus vidas.

Seguramente habrá excepciones favorables, como Gómez Bolaños, y algunos casos extremos (hijos asenados o abandonados en un basurero), pero, según me parece, estas deben ser las dos colas minoritarias de la curva poblacional. Lo más probable es que la mayoría de los casos sean como el de los hijos de Agnes Uwibambe o de Joseline Ingabire.

9 de abril de 2007

Derechos circunstanciales

En mitad de la presente discusión sobre la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, por mal nombre ‹‹aborto››, volví a leer un texto de Carl Sagan y Ann Druyan, incluido en el libro Miles de millones del gran divulgador.


En este texto me llamó la atención particularmente una idea, que para Sagan y Druyan resulta secundaria y no la he escuchado en ninguno de los dos bandos, ni los pro-penalización ni los pro-decisión. Y es algo que me sorprende sobremanera, pues llega directamente a una cuestión medular: ¿hay derechos a medias?


La cuestión es la siguiente: en la actual legislación, la interrupción voluntaria del embarazo está permitida bajo ciertas condiciones (conocidas como causales). Entre estas causales está la vida de la mujer embarazada: cuando el embarazo pone en riesgo su vida o integridad (física, porque la integridad social y psíquica de la mujer parecen no tener importancia), puede decidir interrumpirlo. También se puede interrumpir cuando la propia vida del embrión está en riesgo.


Pero hay otra causal que me llama mucho la atención: la violación. Si el embarazo es producto de una violación, entonces la mujer puede decidir terminarlo. Afortunadamente, pues tener que cargar toda su vida con la mancha visible (la peca del pecado) del abuso sufrido, y además tener que cuidarlo, alimentarlo, educarlo, debe ser un infierno que no le deseo a nadie… ni siquiera a quienes atacan el derecho a decidir.


Y lo mismo aplica para la criatura: ¿alguien de buena voluntad podría demandar para otro tener que vivir soportando la cruz de ser hijo de una violación, no deseado por sus padres, mal cuidado, insultado y ofendido cada instante de su existencia? Me parece difícil creer que alguien así esté a favor de cualquier cosa, por no decir algo tan importante como la vida misma.


Pero volvamos al punto: resulta que hay una causal que establece que la legitimidad de la interrupción voluntaria del embarazo depende de las circunstancias en que la concepción se haya llevado a cabo. Es decir, los derechos están sometidos al imperio de las circunstancias.


Es como decir que se tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión sólo si se está de acuerdo con lo que la autoridad considera como verdadero (me suena conocido, creo que algún dictador dijo algo semejante, pero por ahora no recuerdo con claridad). O que se tiene derecho a comer sólo si se tiene dinero para pagar la comida, lo que, de paso, me recuerda haber visto en varios restaurantes caros una leyenda diciendo que allí no se discrimina por razones, entre otras, de posición económica. En fin, eso es tema para otra reflexión; volvamos a la interrupción voluntaria del embarazo.


Cualquiera que sea el bando que se defienda, da lo mismo: el derecho del embrión dependerá de las circunstancias en que fue concebido, o, en el otro caso, la mujer tendrá derecho a decidir según las circunstancias. Pero esto no puede ser así, los derechos no pueden estar sometidos a las circunstancias, no pueden ser derechos si son ‹‹derechos a medias tintas››.


Por ende, o se despenaliza por completo o se penaliza del todo.


Si consideramos que no tenemos derecho, como sociedad que legisla, a poner a la madre en peligro en caso de que las circunstancias impliquen un riesgo para su vida, no podemos prohibirle la interrupción del embarazo en tal circunstancia. Y, como los derechos no pueden estar sometidas al imperio fortuito de las circunstancias y el criterio debe ser único, no podemos ni debemos prohibirle la interrupción voluntaria del embarazo. La única solución legítima y que no mina todo el aparato jurídico basad en los derechos es la despenalización completa del aborto.


Por cierto, e un cartel pro-anti-aborto se lee que si al iolador no se le aplica la pena de muerte, ¿por qué a su hijo sí? Este mismo argumento sensibilero podría plantearse al revés, ¿por qué si al violador no se le aplica la condena de por vida, a su víctima, sí? Pero no caigamos en la provocación. La sociedad no tiene el derecho a utilizar a la mujer violada como portador del hijo no deseados ni solicitados del delincuente. El violador no tiene derecho a perpetuar sus genes por medio de la mujer violada. Tratar de forzar a la mujer a hacerlo es violarla nuevamente.


¿Por qué hay quien tiene derecho a violar derechos de la mujer y quien no?

El aborto de Chespirito

"Y ahora, ¿quién podrá defendernos?" Cuando alguien de la talla intelectual, ética y científica del Doctor Chapatín se opone al aborto con tan profundas y sesudas reflexiones, está todo decidido. No hay quien se oponga a los argumentos profundamente analíticos de Chespirito. ¿O sí?


Dejando de lado las chanzas, el aborto y su despenalización es un tema muy serio y que requiere pensar bien las cosas, sin recurrir a argumentos sensibleros, dignos de una telenovela y no de una razón jurídica.


La verdad sea dicha, la ciencia tampoco resuelve el problema, aunque sí nos proporciona ciertas pautas para abordarlo. Tampoco lo hace la religión. Nadie puede defendernos de tomar nuestra propia decisión y partido. Ni nadie debe intentarlo.


El hecho de fondo es que nadie ni nada puede solucionar el dilema que cada uno de nosotros, a título personal, enfrenta: ¿se debe permitir o no se debe permitir la interrupción voluntaria del embarazo?

Para bien o para mal, no hay respuestas universales, sólo concepciones personales: no todos comparten la postura del clero cristiano y sus grupos de presión, de la misma manera en que no todos comparten los principios de quienes están a favor de la despenalización.


Si no existe ese consenso básico, si no hay una respuesta categórica y definitiva; si cada cabeza es un mundo y cada mundo tiene su propia opinión y toma sus propias decisiones, afortunadamente; en fin, si esto es así, y lo es, ¿cómo se pretende prohibir o regular algo en lo que no estamos todos de acuerdo?


No se puede prohibir partiendo de un principio jurídico de indeterminación. La indeterminación es un principio esencial en física cuántica, pero no en el trabajo legislativo: las leyes deben estar cimentadas en certezas compartidas. No se puede penalizar lo que no se ha consensado como delito. Por lo tanto, hasta que la tipificación del aborto como un delito sea una certeza compartida por la sociedad, y no sólo por algunos sectores, tenemos la responsabilidad histórica de despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo.

Aborto y biología

Debido a mi trabajo como docente de biología, y más aún por mi cercanía con los alumnos, en semanas recientes tuve que responder varias veces a la misma pregunta: ‹‹Mike, ¿qué opinas del aborto?›› La respuesta, aunque parece simple, es un tanto complicada. Comencemos por hacer una precisión: lo que está a discusión no es el aborto, es la despenalización del mismo.


Más aún, lo único que se está discutiendo, o al menos así debería ser, es si debe o no aprobarse una nueva causal: si debe permitirse la interrupción del embarazo cuando éste atenta contra los intereses de la madre, pues hasta ahora la ley permite el aborto en otras diversas circunstancias, como cuando es producto de una violación o cuando pone en riesgo la vida de la madre.


Soy un creyente fervoroso respecto a unas pocas cosas, que no incluyen a las instituciones ni a las entidades etéreas. Pero entre ese puñado de cosas en las que creo y por las que estaría dispuesto a dar la vida (aunque no creo que a quitarla) se encuentran la libertad de las personas, el bienestar de todos los miembros de la colectividad y el respeto a los derechos de los demás. Por eso, el de la aprobación de causales que permitan la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) es un tema que no puedo rehuir, por más que me desagrade.


Comencemos por un detalle: no podemos buscar en las ciencias de la vida ni de la mente argumentos a favor o en contra de la interrupción voluntaria del embarazo. Ninguna ciencia puede resolver nuestros dilemas personales; la religión tampoco debería intentar tomarse esa atribución, aunque lleva siglos haciéndolo, por desgracia, y allí están los resultados: guerras, incluso ‹‹guerras santas››, fanatismo, asesinatos religiosos, delincuencia en general; si no ha participado la religión como causa de todos los males que aquejan a la sociedad moderna, tampoco ha ayudado a paliarlos.


Pero tampoco podemos hacer a un lado lo que hemos aprendido con la ciencia, aunque a los oscurantistas Pro-Vida/Anti-Todo bien que les placería. Lo primero que podemos señalar es que, en contra de lo que algunos elementos propagandísticos proponen, la vida no comienza en el momento de la concepción: los espermatozoides y óvulos están vivos; las células que dieron lugar a esos gametos también estaban vivas.


Y así nos podemos seguir hasta hace cosa de 4 mil millones de años —¡se dice fácil!—, cuando surgió la vida en nuestro planeta. El origen de la vida es un tema apasionante por sí mismo, pero no voy a caer en la tentación de discutirlo ahora, a pesar de que podría aportar (tangencialmente eso sí) argumentos a este debate. Tampoco voy a ceder ante la seducción de repetir el argumento de los ‹‹asesinatos›› en cada eyaculación, en cada menstruación, en cada gota de sangre.


El argumento de que el embrión está vivo no tiene solidez: también las bacterias de la tuberculosis o las lombrices intestinales, o el pescado de cada vieres durante la cuaresma. Pasemos pues a lo siguiente: desde su concepción, es un ser humano. Tampoco aquí voy a dejarme tentar con aquello de volver a la Biblia misma o a los más prominentes teólogos, como San Agustín o Santo Tomás, en contra de quienes esgrimen sus argumentos: demasiado fácil y demasiado trillado.


El asunto es mucho más profundo: ¿qué es lo que nos hace seres humanos? No lo es, en definitiva, el pool genético (es decir, el material hereditario dentro de nuestras células) ni nuestra estructura celular. Nuevamente, un espermatozoide y un ovulo, o una célula del recubrimiento interior de la mejilla (por cierto, para los no iniciados en el lenguaje críptico de la nueva religión —las Ciencias; en otra ocasión hablaremos, si gustan, de la ciencia como religión—, este tejido recibe el nombre de epitelio) serían ‹‹seres humanos›› y no lo son. Tampoco son seres humanos la miríada de células (humanas, eso sí, sin lugar a ninguna duda) vivas que mueren al retirar un riñón o un hígado defectuosos, durante un trasplante.


Lo que nos hace seres humanos va mucho más allá del genoma o estructuras celulares como las mitocondrias (que, en nuestro caso, son heredadas sólo por vía materna). Implica toda una estructura orgánica pluricelular y extremadamente compleja, formada por múltiples tejidos, órganos, sistemas, que no terminan de desarrollarse durante el embarazo: aunque los órganos en general se forman en el segundo trimestre del embarazo, el desarrollo completo de muchos de ellos, como el sistema nervioso, toman más tiempo, incluso después del nacimiento.


Pero la estructura no basta: para considerar que se trata de un ser humano, y no sólo de un conjunto de órganos parasitarios, el organismo debe ser funcional, debe ser capaz de mantenerse vivo a sí mismo. Y es tampoco lo lleva a cabo el embrión. Por lo tano, la definición de qué nos hace humanos va más allá del desarrollo embrionario y el embarazo, lo que descalifica el argumento de que el embrión es ya un ser humano: el embrión se encuentra en una etapa de indeterminación en que aún no es un individuo de ser humano, pero sí es una entidad viviente.


No hay en las ciencias de la vida un solo argumento a favor de la prohibición del aborto. De hecho, algunos investigadores hablan de interrupciones del embarazo en otros animales, bajo condiciones adversas, ya que esto favorece la supervivencia de la especie (o, mejor, de la población), pues dejar a un embrión desprotegido sacrificando a la madre sería matar a ambos (la madre sacrificada y el embrión que no puede sobrevivir de manera autónoma). No comparto los postulados del mal llamado darwinismo social, pero esto es algo que tiene una función biológica y ecológica.


También se ha dicho que en especies con estructura jerárquica con dominancia estricta, se producen abortos ‹‹espontáneos›› por cambios hormonales debidos a cambios en la población: cuando hay un nuevo macho dominante cuya descendencia podría competir con los embriones ‹‹en camino››. Hay machos que matan a las camadas del macho dominante previo, y en los pájaros se da el caso de que el hermano mayor mate al menor, o que lo saque del nido siendo aún huevo de forma que los padres no lo empollan y muere, lo que sería el equivalente a un aborto aviar.


Pero, dirán, no somos simples animales (aunque biológicamente, sí lo somos). Somos mejores, superiores que los changos (aunque no lo somos). Somos diferentes porque somos capaces de comportarnos de manera diferente, podemos tomar decisiones sobre nuestros actos.


Aunque esta diferencia es falsa, pues otros muchos animales (de entrada todos los mamíferos) también son capaces de tomar decisiones y lo hacen, estoy de acuerdo: los seres humanos somos capaces de tomar decisiones, nuestra conducta no está determinada por los genes ni por el ambiente en que nos desarrollamos, no tenemos por qué comportarnos como los demás animales, es algo que podemos cambia. Naturaleza no es desino, por fortuna.


Y aquí está el meollo del asunto: si somos capaces de comportarnos de manera diferente, si la toma de decisiones es lo que nos hace seres humanos, al menos en el plano moral y no en el biológico, entonces aceptemos la decisión y respetémosla. Respetemos el derecho a decidir de los involucrados en esta toma de decisión.


Desafortunadamente, el embrión no es un individuo con capacidad de decidir; sólo lo es la mujer embarazada. No le neguemos a ella su humanidad: su capacidad de decisión. Respetemos s derecho a decidir libremente, sin coerciones de ningún tipo.


Por todo ello, la respuesta, por más simple que parezca, siempre ha sido la misma: estoy en contra del aborto, pero a favor de su despenalización. A veces, incluso, hay quien pregunta por qué.

¿Por qué alhaites?

¿Por qué titular esta bitácora como Alhaites?

La respuesta corta es porque me gustó y se me antojó; soy una persona antojadiza, en muchos de los giros que puede tomar ‹‹antojo››.


Pero, antojos de lado, con algo más de examen y una respuesta más larga, un alhaite vendría a ser una joya, pero no cualquier tipo de joya: de acuerdo con su etimología (del árabe hispánico alẖáyṭ, que a su vez proviene del árabe clásico ẖayṭ), es un hilo. De allí, pues: adornos considerados preciosos, unidos por hilos.


Exactamene eso es lo que me interesa al crea esta bitácora: joyas unidas por hilos. Pesamientos, asociaciones, ideas, reflexiones, versos, sentimientos. Lo que sea que se pueda prender, en cuaquiera de sus sentidos, a alguno de estos hilos.