19 de noviembre de 2007

Aniversario de Capablanca


El día de hoy tiene especial significado para nosotros, los aficionados al ajedrez; precisamente el 19 de noviembre, pero de 1888, nació quien probablemente fuera el más grande genio (al menos desde que se tienen registros confiables) del “deporte ciencia”: José Raúl Capablanca y Graupera (1888-1942).

En 1921 el alemán Emmanuel Lasker (1868-1941) era campeón del mundo: llevaba 27 años ostentando esa distinción; nadie, antes ni después, ha sido oficialmente campeón mundial de ajedrez tanto tiempo como él. Lasker se dio cuenta del fabuloso ascenso del joven ajedrecista habanero, que en ese momento de su carrera era casi imposible de vencer: hacía cosa de cinco años que no perdía un solo partido oficial. Siendo, como era, un asombroso estratega (y amigo de Albert Einstein), Lasker, renunció a su título a favor de una joven promesa que era ya una realidad: el cubano Capablanca. De esta surte, el alemán no perdería el título.

A Capablanca, sin embargo, no le pareció bien obtener el campeonato mundial por, digamos, abdicación del anterior monarca, así que se realizó, de todas formas, el match entre, probablemente, las dos más grandes mentes del ajedrez en el mundo moderno. Lasker no logró ganar ni una sola partida, lo más que logró fue obtener tablas (es decir, empatar) 10 de ellas; Capablanca se coronó vencedor con 4 victorias. El puntaje final fue 9 a 5. La crónica en inglés de este acontecimiento y algunas de las partidas del match se pueden consultar en “Lasker vs Capablanca 1921”, en ChessGames.com.

José Raúl Capablanca fue hijo de un oficial del ejército español destacado en Cuba, que aún no era independiente; esto les permitía vivir de manera holgada, pero sin demasiados lujos. Su padre, don José María Capablanca, aunque aficionado al ajedrez, era un jugador bastante pobre, que jamás enseñó a su hijo a jugar.

Según parece, José Raúl aprendió por sí mismo al observar a su padre jugar con sus amigos. Un día, incluso, don José María movió un caballo de un escaque blanco a otro del mismo color (lo que no es posible, de acurdo con las reglas de este apasionante juego), cosa que su hijo le señaló, para gran sorpresa de todos, pues nadie sabía que Pepito (perdón por la licencia) había aprendido a mover las piezas. En seguida derrotó a su padre en lo que fue la primera partida del llamado “Mozart del ajedrez”: el gran Capablanca tenía apenas 4 años. Algo después, en 1901, cuando contaba sólo 12 años, derrotó al campeón nacional de Cuba, Juan Corzo: 4 victorias, 3 derrotas y 6 tablas.

La familia Capablanca no contaba con los recursos económicos para, como deseaban, enviar a su hijo a estudiar al extranjero; gracias a sus buenos resultados académicos, sin embargo, Ramón San Pelayo financió sus estudios en Estados Unidos. Sin embargo, José Raúl no estaba interesado en el futuro de ingeniero químico que tenía por delante: el gusanillo del ajedrez había anidado en él y jalaba su atención permanentemente, hasta que abandonó los estudios.

Comenzó a frecuentar el Club de Ajedrez de Manhattan, en 1905. Fue allí donde, el 6 de abril de 1906, ganó un torneo relámpago al vencer por primera vez al gran Lasker (que, si hacemos cuentas, llevaba ya más de una década como campeón mundial indiscutido). De esta manera se dio a conocer en el mundo ajedrecístico el nombre de Capablanca, con gran sorpresa de todos. Lasker felicitó a Capablanca diciendo algo así como: "Es notable joven: usted no ha cometido ningún error".

En 1909 derrotó al gran maestro estadounidense Frank Marshall (1877-1944), quien sólo dos años atrás había intentado arrebatarle, sin éxito, el campeonato mundial a Lasker. Marshall apoyó desde ese momento a Capablanca y consiguió que fuera invitado al torneo de San Sebastián en 1911. A pesar de la oposición de grandes jugadores, entre ellos Ossip Bernstein (1882-1962) y Aaron Nimzowitsch (1886-1935), Capablanca jugó aunque jamás había ganado alguno de los grandes torneos.

Capablanca venció a sus dos grandes detractores. A Bernstein lo derrotó en una partida memorable, que fue galardonada con el premio a la brillantez; a Nimzowitsch lo venció en la final proclamándose así campeón.

Con Nimzowitsch el enfrentamiento fue aún más allá: durante un enfrentamiento, Capablanca realizó un comentario que molestó al campeón danés (Nimzowitsch era de nacionalidad danesa a pesar de haber nacido en Riga, Letonia; curiosamente, nació en noviembre, al igual que Capablanca, aunque dos años y 12 días antes). Nimzowitsch, indignado dio una respuesta que, traducida, sería algo así: “Los jugadores sin trayectoria deberían mantener la boca cerrada en presencia de sus superiores”. Esto, por supuesto, no detuvo a Capablanca quien respondió retando a Nimzowitsch a un match de juegos rápidos, en los que el cubano obtuvo fácilmente la victoria.

Debemos aclarar que Capablanca es famoso por su juego rápido e intuitivo, en el que no tenía rival. En cambio, en los juegos largos, se desesperaba y cometía errores. Los finales complicados después de una partida larga eran verdaderos martirios para este genial jugador.

Sin embargo, la peor de las relaciones ajedrecísticas no fue con Nizowitsch, quien terminó por reconocer a Capablanca y su indudable talento. Fue con el ruso (nacionalizado francés) Alexander Alexandrovich Alekhine (1892-1946), curiosamente también nacido en noviembre. Fue este jugador quien, en un controvertido match (Capablanca estaba enfermo y ofreció declarar empatado el encuentro), despojó al cubano de su título de campeón mundial, en Buenos Aires, en 1927.

A pesar de todos los pronósticos, que daban a Capablanca indudable y pronto vencedor, fue uno de los encuentros de campeonato mundial más largos de la historia (con un total de 34 partidas), sólo superado por el histórico enfrentamiento (que se extendió fuera del tablero e incluso del mundo del ajedrez) entre los soviéticos Anatoli Evguenevich Karpov y Garry Kimovich Kasparov, en 1985.

Es necesario apuntar que, para tener acceso al match por el campeonato mundial, el retador tenía que proveer una fuerte suma de dinero que Alekhine no aportó: lo hizo un grupo de empresarios argentinos. Además, existía otra condición: una revancha forzosa, que Alekhine, traidoramente, se negó a jugar; muchos años después, el ruso expresó “Ni siquiera ahora entiendo, después de tantos años, cómo pude ganarle a Capablanca en el match de 1927”, yo creo que sí lo sabía: la mala salud de Capablanca (y su incidencia en el desarrollo de las partidas) era evidente para todos.

En 1935 el doctor Alekhine (así era conocido, pero no se ha encontrado evidencia alguna de que, en efecto, hubiera obtenido su presunto doctorado en la Sorbona) perdió el título ante Max Euwe (1901-1981), ajedrecista neerlandés que, a diferencia de la vergonzosa conducta de su rival ante Capablanca, sí aceptó jugar el match de revancha, en 1937. Gracias a ello Alekhine logró recuperar su título, pero, cobardemente, jamás volvió a enfrentarse con Capablanca por el campeonato mundial. Una coincidencia más: Euwe murió en noviembre.

El 7 de marzo de 1942 Capablanca se encontraba jugando en el Club de Ajedrez de Manhattan, haciendo, como era su costumbre, bromas sobre las jugadas y divirtiéndose con lo que, para él, seguía siendo un juego (y no una profesión o un trabajo, como para los demás grandes ajedrecistas de su tiempo). En cierto momento se puso de pie y solicitó que le ayudaran a quitar el abrigo.

Los asistentes que se acercaron a ayudarle tuvieron la desagradable sorpresa de recibir en sus brazos al propio Capablanca, que fue enviado, de inmediato, al Hospital Monte Sinaí, al que llegó en coma. Nada se pudo hacer, y el más grande genio del ajedrez murió a las 5:30 de la madrugada, en el mismo hospital donde, el año anterior, había muerto el estratega más grande: Emmanuel Lasker.

Toda la comunidad ajedrecística demostró su consternación. Incluso el propio Alekhine expresó: “Capablanca le fue arrebatado antes de tiempo al mundo del ajedrez. Con su muerte, hemos perdido a un gran genio ajedrecístico, uno de cuyo calibre no volveremos a ver jamás”.

Coincido con Alekhine en que ese 8 de marzo se perdió el mayor genio del ajedrez, pues, según el propio Alekhine, Capablanca era el más grande jugador de ajedrez de todo los tiempos. Tal vez, creo yo, haya habido otros ajedrecistas más grandes que él, pero ninguno fue, como José Raúl Capablanca, tan grande jugador de ajedrez.

[La imagen que acompaña a esta entrada corresponde a una partida entre Capablanca (a la izquierda) y Lasker, en 1925, tomada de Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Ra%C3%BAl_Capablanca#Campe.C3.B3n_Mundial]

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que hay algo que señalar. En 1921 Lasker cumplió 53 años y Capablanca 33. Posiblemente, si se hubieran enfrentado teniendo ambos 33, Capablanca hubiera ganado también, pero no creo que de forma tan abultada. Normalmente el mejor momento de un jugador profesional está en los treinta y largos. Desde luego, la plenitud no vuelve para un cincuentón. Máxime si tenemos en cuenta que alguien de cincuenta años en 2008 no es, por término medio, como alguien de esa edad en 1918.

"En cambio, en los juegos largos, se desesperaba y cometía errores. Los finales complicados después de una partida larga eran verdaderos martirios para este genial jugador." Disculpa, pero no puedo estar más en desacuerdo. Capablanca es un genio inmortalmente reconocido por su maestría en los finales (entre otras muchas cosas).

Algo que sí le costó muchos puntos fue su exceso de confianza y el poco interés en estudiar aperturas (probablemente motivado por lo primero).

Saludos, es chulo el blog.

Prof. Miquel Nadal Palazón dijo...

Anónimo:

Efectivamente, Capablanca era un maestro de los finales y de las aperturas. Sin embargo, en las partidas largas cometía imprecisiones en los finales, que no cometía en las partidas cortas. El mismo Capablanca comentó que las partidas largas no le gustaban (y era evidente al observarlo jugar). De allí que en esas partidas su eficiencia fuera menor que en las partidas breves; sus finales se veían afectados por ello.

Respecto a la cuestión de las edades de LAsker y Capablanca, estoy totalmente de acuerdo: debe haber jugado un papel importante. Y creo que el propio Lasker lo sabía.

Muchas gracias por tus comentarios. :D

Alviseni dijo...

esa anécdota del comentario d capablanca que molestó a nimzowitsch no me la sabía.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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